Me encuentro en el lugar común de todos los disconformes. Un nihilista que, como Nietzsche, cree que no basta la negación del sistema, sino que hay que involucrarse positivamente en su destrucción.
Pero, ¿qué hay para destruir? Sólo puedo pensar en “El Sistema”, esa reificación, esa antropomorfización que hacemos con reglas del juego en el que todos participamos. Nos sentimos encadenados. Me siento encadenado. Y mientras tanto lustro mis cadenas, me aferro a ellas. Siempre con la piedra en la mano, siempre sin saber a dónde apuntar.
Doy una charla, escribo un cuento. Trato de despertar a los que aún duermen, a los que sienten que las cosas siempre fueron y serán así. O aún peor, que deben ser así, que hay una razón aunque no alcancemos a comprenderla.
Acto seguido voy al cyber y mando un currículum. O dos si tengo suerte. O diez, si estoy desesperado. “De algo hay que vivir” me digo, y esto me permite dormir soportando el saberme un completo hipócrita.
Suelto la piedra, no hay a dónde arrojarla. No hay vidrios que romper, no hay puertas que derribar.
Entonces, ¿de donde vienen estas cadenas…?
1 comentario:
Escribì màs,vago! o te gastaste los dedos con la maquina de escribir.
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